EL
CAMINO DE SANTIAGO : BÚSQUEDA Y ENCUENTRO
Carta
Pastoral
Santiago
de Compostela 2015
INDICE
INTRODUCCIÓN
.....................................................................................
9
-
El camino ayer y hoy .......................................................................
9
-
El Camino, objeto de nuestra solicitud pastoral ..........................
10
EL
CAMINO, EXPERIENCIA PERSONAL ..................................................
11
-
El caminante en busca de sentido ..................................................
11
-
El Camino desvela las raíces de Europa ........................................
13
-
El peregrino cristiano ......................................................................
14
LA
IGLESIA, COMUNIDAD EN CAMINO ................................................
16
-
Sostenida por la esperanza .............................................................
17
-
Alimentada por la Eucaristía .........................................................
17
-
Manifestada en la liturgia ..............................................................
18
-
Guiada por la Palabra de Dios ......................................................
18
EL
CAMINO DE SANTIAGO, DINAMISMO EVANGELIZADOR ...............
19
-
Exhortación a los peregrinos cristianos .........................................
19
-
Un Camino de encuentro con Jesucristo .......................................
20
-
Un retorno misionero ......................................................................
20
-
La alegría de anunciar a Cristo .....................................................
21
-
Petición a las comunidades de acogida .........................................
22
-
Albergues y hospitaleros .................................................................
23
-
Caridad de servicio ..........................................................................
24
DESPEDIDA
Y MISIÓN ............................................................................
25
-----------------------------
INTRODUCCIÓN
El
camino ayer y hoy
1.
En estos tiempos de cambio acelerado, a impulsos del
progreso técnico se alteran los paisajes, se modifican
las costumbres, se renuevan las ideas. Las vías de comunicación
que enlazan nuestros pueblos devienen más amplias y
seguras; los vehículos que las recorren, más rápidos
y más cómodos. El ir y venir de los viajeros es mucho
más frecuente y sus destinos más variados; se ha extendido
el deseo de conocer nuevas tierras y nuevas gentes,
el turismo se ha popularizado. Pero hay una sugestiva
imagen que permanece inmutable desde el medioevo: el
animoso caminar de los peregrinos hacia Santiago de
Compostela. Numerosas personas de distintas lenguas
y de toda condición social discurren por vías paralelas;
por su porte y continente nos recuerdan a los romeros
que recorrían estos caminos en otras épocas. Y les inspira
parecida motivación.
2.
En tiempos pasados era posible observar transitando
por estas sendas a reyes y duques, princesas y emperatrices,
abades y arzobispos, clérigos y juglares, mercaderes
y artesanos, nobles y mendigos, santos y pecadores.
Provenían de todos los reinos y tierras de Europa, de
todas las clases sociales; e iban dejando tras de sí
un reguero de religiosidad y de cultura. Eran variadas
las motivaciones de estos caminantes: unos cumplían
una promesa hecha en trances difíciles; otros trataban
de satisfacer por sus pecados o llevar a cabo la penitencia
que les había sido impuesta; algunos daban gracias a
Dios por un beneficio extraordinario. Todos deseaban
venerar las reliquias del Apóstol y alcanzar las abundantes
gracias vinculadas a su visita. Y tampoco faltaban los
que recorrían el camino acuciados solamente por una
temprana afición turística.
El
Camino, objeto de nuestra solicitud pastoral
3.
A los obispos franceses y españoles del Camino de Santiago
no nos ha pasado inadvertido este prometedor fenómeno
religioso que, manteniéndose a largo de diez siglos,
se da también en los tiempos presentes; por el contrario,
hemos puesto en él nuestra atención pastoral. Particularmente
desde el año 2009, a iniciativa del arzobispo de Santiago
de Compostela, estamos empeñados en llevar a término
una tarea común de evangelización a favor de todos los
agentes que intervienen en esa laudable práctica religiosa
que es la peregrinación. Es nuestro deseo que todos
los que participan en la misma, al tomar conciencia
de su genuino significado, se beneficien de los provechos
espirituales que de ella dimanan y que contribuyen a
enriquecerlos en el orden personal y espiritual, al
tiempo que se afianzan los lazos fraternos entre las
naciones y se hacen más estrechos los vínculos de caridad
que unen a los miembros de la comunidad cristiana universal.
Estamos convencidos de que, si no se desvirtúa su naturaleza,
el esforzado caminar hacia la meta compostelana, figura
de la gran peregrinación que es nuestra propia vida,
puede ayudarnos a centrar el sentido personal de nuestra
existencia, a profundizar en la naturaleza del pueblo
de Dios peregrino que es la Iglesia, y a estimular nuestro
afán evangelizador, al mismo tiempo, sabiendo que «la
Iglesia avanza en su peregrinación a través de las persecuciones
del mundo y de los consuelos de Dios» (1).
4.
Con el deseo de que todos los participantes en la secular
peregrinación compostelana la aprovechen en toda su
virtualidad, los obispos franceses y españoles del camino
de Santiago dirigimos esta Carta pastoral a los peregrinos
cada vez más numerosos que pasan por nuestras diócesis
- sean o no creyentes - y a todos los que con su colaboración
y entrega la hacen posible: hospitaleros, centros de
acogida, albergues y parroquias. Agradecemos la labor
callada, humilde y eficaz de tantos seglares que, apostados
a la vera del camino, le imprimen a la peregrinación
un sello cristiano y una autenticidad evangelizadora.
EL
CAMINO, EXPERIENCIA PERSONAL
El
caminante en busca de sentido
5.
Entre los caminantes que se dirigen a Santiago de Compostela,
es posible observar una variada tipología: no todos
son peregrinos de la fe, algunos ni siquiera son creyentes.
El atractivo milenario del camino de Santiago convoca
a gentes muy diversas para realizar esta experiencia
personal. Pero muchos entre ellos van buscando secretamente
algo que los mejore y los enriquezca, algo que los centre
y les dé sentido a su vida. El hombre por su propia
naturaleza es un caminante en búsqueda de sentido. No
podemos hacer nuestra vida sin una meta que nos oriente,
sin un objetivo que nos atraiga y nos ilusione. Una
vida sin sentido nos resulta insoportable. Pero en estos
tiempos de duda y relativismo, a muchos la razón y la
meta de su existencia se les han vuelto inciertas. Los
obispos franceses y españoles del Camino de Santiago
pensamos que la peregrinación a Compostela puede ayudar
a encontrarlas. No en vano la antigüedad clásica acostumbraba
a representar a los filósofos con bastón de caminante,
y al mismo Jesucristo lo representan los sarcófagos
romanos del siglo III con el bastón de filósofo itinerante
en una mano y el Evangelio en la otra (2).
6.
La salida del propio entorno, el abandono de las comodidades
habituales, el olvido de las obligaciones cotidianas
y de la rutina diaria, nos hacen ver que otro modo de
vida es posible, que existen otros valores aparte de
los que amamos. Por otro lado, el silencio del camino
invita a meditar, su ritmo pausado facilita la reflexión.
La austeridad, la disciplina, el esfuerzo sostenido,
las privaciones que exige la larga marcha, suponen un
señorío del espíritu que nos prepara para recibir la
luz. El encuentro con nuevas gentes y diferentes modos
de pensar, el descubrimiento de la fe y las creencias
de tiempos pasados, de maneras de vivir y de esperar
distintas de las nuestras, que han quedado reflejadas
en la piedra de los monumentos que van jalonando la
ruta y se convierten en interesante memoria viva de
la fe de nuestros antepasados, abren nuestra mente a
nuevas posibilidades de pensamiento, a nuevas soluciones.
En los retablos que vamos contemplando se ha hecho arte
la fe de los creyentes.
7.
Por otra parte, los amplios horizontes que divisamos
en los paisajes abiertos nos incitan a la trascendencia,
y el prolongado contacto con la naturaleza en amaneceres
y atardeceres, frío y calor, lluvia y rocío, valles
y cumbres, manantiales y ríos nos formulan inevitables
preguntas sobre su origen y autor. Y nos invitan a la
búsqueda del Dios escondido. Al contemplar tanta belleza
y tanta armonía, nos sentimos como forzados a exclamar
con los salmos: «¡Qué magníficas son tus obras, Señor!»
(3). «El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento
pregona la obra de sus manos» (4). Llegamos a decirnos
con Pascal: «No hay más que dos clases de personas que
puedan llamarse sensatas: las que sirven a Dios de todo
corazón, porque le reconocen, o las que le buscan de
todo corazón, porque no le conocen» (5). De modo que
nuestra peregrinación a Compostela puede resultar un
remedo del itinerario intelectual de San Agustín en
busca de Dios. Agustín trataba de encontrarlo recorriendo
todas las cosas bellas de este mundo que le cautivaban.
Y nos declara su conclusión: «Pregunté por mi Dios a
toda esta gran máquina del mundo y me respondió: Yo
no soy Dios, soy hechura suya» (6). Y exclamaba sorprendido:
«Esta hermosura y orden del universo ¿no se presenta
igualmente a todos los que tienen cabales sus sentidos?
Pues ¿cómo es que no a todos les responde lo mismo?»
(7). El santo obispo acababa hallando a Dios en lo profundo
de su alma, donde Él lo estaba esperando.
8.
También el peregrino que, siguiendo el camino de las
estrellas llega a Compostela, puede encontrar allí su
auténtico norte, el Alfa y Omega de nuestra existencia,
a Jesucristo, luz verdadera, que alumbra a todo hombre
(8).
El
Camino desvela las raíces de Europa
9.
Pero en el camino, la experiencia personal del romero
se enriquece con nuevos tesoros. «No hay peregrino que
regrese a su casa sin tener una idea nueva y un prejuicio
menos», decía santo Tomás Moro. Nada nos resulta más
gratificante que el diálogo amable con nuestros semejantes;
sobre todo si proceden de tierras lejanas, manifiestan
parejas aficiones y muestran las mismas raíces. Ya en
su largo andar, al contemplar los monumentos que se
alzan en la ruta, el caminante ha observado que la peregrinación
compostelana ha articulado al continente europeo. El
camino se ve sembrado de monumentos románicos. Por esta
arteria penetró en España el arte europeo. Lo mismo
puede decirse de la ciencia y las leyendas continentales
y de la lírica provenzal. Al mismo tiempo, las leyendas
y una misma historia, los conocimientos científicos,
un mismo patrimonio literario y cultural, jalonan los
pasos de cada peregrino.
10.
Las riadas de peregrinos que, movidos por los mismos
valores y sentimientos religiosos, recorrían en el medioevo
el Camino de Compostela, fueron tejiendo la unión de
Europa. Un flujo continuo de fe y cultura cristiana
discurría a lo largo de la ruta jacobea; a España, empeñada
en la dura tarea de resistencia y Reconquista, le proporcionaron
un lazo vital con el resto de la Cristiandad y el cauce
de recepción de sus ideas y de sus artes. La peregrinación
compostelana constituye una experiencia
privilegiada
para descubrir las raíces de Europa.
11.
En el Camino de Santiago, Europa toma conciencia de
sí misma. En el inevitable contacto de las largas jornadas,
en la reconfortante convivencia de los albergues, en
la devota participación en los oficios sagrados, los
viajeros de las distintas naciones se conocen mejor
y se percatan de lo que tienen en común: una misma fe
y una misma cultura. El cristianismo ha fundido, con
el mensaje de amor y de esperanza del evangelio, lo
mejor del pensamiento griego y del derecho romano. El
Camino de Santiago ha sido un destacado factor configurador
de la identidad de Europa. Así la ruta jacobea se convierte
en un foro improvisado y sosegado, con el ritmo lento
del caminar, que invita a la conversación, a rumiar
todas esas ideas de clara inspiración cristiana que
han estructurado el pensamiento occidental.
12.
Un insigne peregrino, el papa San Juan Pablo II, tenía
viva conciencia de este hecho. En la catedral de Santiago
de Compostela, el 9 de noviembre de 1982, se expresaba
así: «Todavía en nuestros días, el alma de Europa permanece
unida porque, además de su origen común, tiene idénticos
valores cristianos y humanos, como son los de la dignidad
de la persona humana, del profundo sentimiento de justicia
y libertad, de laboriosidad, de espíritu de iniciativa,
de amor a la familia, de respeto a la vida, de tolerancia
y de deseo de cooperación y de paz, que son notas que
la caracterizan (…) Desde Santiago te lanzo, vieja Europa,
un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú
misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive
aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu
historia y benéfica tu presencia en los demás continentes.
Reconstruye tu unidad espiritual, en un clima de pleno
respeto a las otras religiones y a las genuinas libertades».
El
peregrino cristiano
13.
Los discípulos de Cristo desde antiguo han experimentado
el deseo de visitar los lugares relacionados con el
origen de nuestra religión: primeramente, la Tierra
Santa, bendecida con la presencia corporal de Jesucristo,
escenario de su predicación y de sus milagros, ara de
su muerte redentora; después Roma, cabeza de la cristiandad,
consagrada con el martirio de los apóstoles san Pedro
y san Pablo; más tarde Compostela, depositaria de las
reliquias del apóstol Santiago. En estos lugares y en
los santuarios que fueron edificados, ellos descubren
la misericordia inmensa de un Dios generoso en todas
sus gracias.
14.
La visita a los santuarios y la veneración de las reliquias
que en ellos se custodian son formas de piedad que el
sentido religioso ha inspirado al pueblo fiel. Como
también la larga peregrinación; ella añade el ejercicio
ascético que supone el esfuerzo sostenido, instrumento
de penitencia y satisfacción, de formación del carácter,
de fortalecimiento de la voluntad en la prosecución
del bien propuesto como fin.
15.
La religiosidad del pueblo o espiritualidad popular
es «una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse
parte de la Iglesia, y una forma de ser misioneros».
«El caminar juntos hacia los santuarios y el participar
en otras manifestaciones de la piedad popular, también
llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo
un gesto evangelizador» (9). «¡No coartemos ni pretendamos
controlar esa fuerza misionera!», añade el papa Francisco
(10).
16.
Los testimonios literarios antiguos nos describen el
gozo que experimentaban los caminantes al culminar su
peregrinación y llegar a Compostela; habían llevado
a feliz término su aventura espiritual. En la basílica
compostelana las celebraciones litúrgicas les llenaban
de admiración; unos recitaban salmos, otros lloraban
sus pecados; diversos coros de peregrinos aclamaban
a Santiago y alababan a Dios en distintas lenguas, pero
con una misma fe. Si alguno entraba triste, salía alegre.
Era una fiesta continua.
17.
La peregrinación nos ayuda a volvernos más a Cristo,
a seguir su camino, a acercarnos más a Él e interiorizar
más el Reino de Dios. Pero es también figura de la vida
del creyente. Los cristianos somos peregrinos que «caminamos
en la fe» al encuentro del Señor. Siempre con buen ánimo
seguimos su camino hasta llegar a la patria deseada
(11); y, a ejemplo de la Virgen María, nos esforzamos
en avanzar en nuestra peregrinación de la fe. Peregrinar
es la mejor representación de la vida cristiana.
LA
IGLESIA, COMUNIDAD EN CAMINO
18.
Pero la peregrinación no es sólo una ejercitación espiritual
del individuo capaz de producir su renovación interior,
no es sólo su marcha personal tras las huellas de Cristo
hasta alcanzar el encuentro definitivo con su Señor.
La Iglesia misma es peregrina, es una comunidad en camino.
Fue voluntad de Dios salvar y santificar a los hombres,
no aisladamente y sin conexión de unos con otros, sino
constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad
y le sirviera santamente (12). Para ello estableció
convocar a todos los que creen en Cristo Redentor en
la santa Iglesia (13). Dios formó una congregación de
quienes, creyendo, ven en Jesús al autor de la salvación
y el principio de la unidad y la paz, y la constituyó
Iglesia, a fin de que fuera para todos el sacramento
visible de esta unidad salutífera (14). Cristo la instituyó
como comunidad de fe, esperanza y caridad, como un todo
visible, para comunicar mediante ella la gracia y la
verdad a todos (15). Está presente en el mundo y, sin
embargo, peregrina. La Iglesia de Cristo es el nuevo
Israel que, caminando en el tiempo presente, busca la
ciudad futura y perenne, pues aquí no tenemos ciudad
permanente, sino que andamos en busca de la futura (16).
Lo presente de este mundo está subordinado a la ciudad
futura que buscamos. Pero la espera de una tierra nueva
no nos lleva a desinteresarnos de la sociedad humana
de la que formamos parte; por el contrario, nos afanamos
por que su recta ordenación facilite los caminos del
Reino de Dios. Esta Iglesia «va peregrinando entre las
persecuciones del mundo y los consuelos de Dios» (17)
, por los estrechos caminos de la cruz, anunciando a
Cristo hasta que vuelva.
Sostenida
por la esperanza
19.
En la larga marcha hacia la patria celeste que ansía,
la comunidad de los creyentes está sostenida por la
esperanza. Gracias a esa energía interna, a esa fuerza
del corazón que Dios despierta, tendemos a los bienes
mejores y permanentes con paciencia y constancia. Os
hace falta paciencia para cumplir la voluntad de Dios
y alcanzar la promesa (18). Necesitamos soportar con
valentía las pruebas para obtener la recompensa esperada.
La espera de la tarde educa en esta apertura del corazón,
en esta bella esperanza. Los peregrinos juntos podrán
cantar los salmos o la liturgia de las horas (Laudes,
Vísperas).
Alimentada
por la Eucaristía
20.
El Señor dejó a los suyos prenda de tal esperanza y
alimento para el camino en la cena de comunión fraterna
(19). La celebración eucarística es fuente de la vida
de la Iglesia y prenda de la gloria futura: por ella
se edifica y crece la Iglesia de Dios (20). «La Eucaristía,
presencia salvadora de Jesús en la comunidad de los
fieles y su alimento espiritual, es de lo más precioso
que la Iglesia puede tener en su caminar por la historia»
(21). Los cristianos, congregados por la fe en Jesucristo,
nos reunimos en la celebración eucarística para escuchar
su palabra, celebrar el memorial de su pasión y proclamar
su resurrección gloriosa. El obispo reúne a sus fieles
en el Espíritu Santo por medio del Evangelio y la Eucaristía
(22). En la Iglesia local «se congregan los fieles por
la predicación del Evangelio de Cristo y se celebra
el misterio de la Cena del Señor, “para que por medio
del cuerpo y la sangre del Señor quede unida toda la
fraternidad”» (23). La fe en la palabra de Jesucristo
convoca a la Iglesia, la celebración de la Eucaristía
realiza a la Iglesia como comunidad de salvación; el
amor fraterno la señala y la distingue. Ésta es la razón
por la que el peregrino, a menudo, participa en la Eucaristía,
celebrada al atardecer, después de cada etapa.
Manifestada
en la liturgia
21.
La principal manifestación de la Iglesia se realiza
en la participación plena y activa del pueblo de Dios
en las celebraciones litúrgicas, principalmente en la
Eucaristía. «En la liturgia terrena pregustamos y tomamos
parte en aquella liturgia celestial que se celebra en
la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos
como peregrinos y donde está Cristo sentado a la diestra
de Dios» (24). En este sentido la ruta jacobea es uno
de los escenarios privilegiados donde muchos peregrinos
no creyentes pueden saborear por primera vez la belleza
de la liturgia. Se admiran de tal forma que muchos encuentran
su camino de fe en Jesucristo y en su Iglesia.
Guiada
por la palabra de Dios
22.
La Iglesia en camino puede compararse con los discípulos
de Emaús, sumergidos en su perplejidad, su esperanza
decepcionada, sus preguntas ante la incomprensibilidad
de la muerte de Jesús en la Cruz y su sepultura. Jesús
resucitado viene a reencontrarlos en el camino, sin
manifestarse de forma espectacular, sino poniéndose
a la escucha de sus confidencias desilusionadas. Después
él les acompañará haciéndoles recorrer un camino de
crecimiento interior, a la luz de la Palabra de Dios
- «y comenzando por Moisés y recorriendo todos los profetas,
él les interpreta en todas las Escrituras lo que le
concernía» - (25) hasta que su corazón haya sido inflamado
y su espíritu iluminado, y que ellos le reconozcan en
la fracción del pan. Los peregrinos deberán poder encontrar
en la Palabra de Dios y junto a los hospitaleros y agentes
pastorales en el Camino de Santiago el mismo acompañamiento
de Jesús con los discípulos de Emaús. Entonces, después
de haberle encontrado ellos podrán volver a sus casas,
«contar lo que les ha pasado en el camino y cómo ellos
lo han reconocido en la facción del pan» (26).
EL
CAMINO DE SANTIAGO, DINAMISMO EVANGELIZADOR
Exhortación
a los peregrinos cristianos
23.
El Camino de Santiago que están haciendo, es para los
peregrinos cristianos parte integrante de la gran peregrinación
que es su propia vida, y como un modelo reducido de
la misma. A ellos los obispos del Camino les exhortamos
a participar activa y fructuosamente en las asambleas
eucarísticas que se celebran a lo largo de la ruta,
en las que está verdaderamente presente la Iglesia de
Cristo (27). Rogamos, igualmente, a los párrocos y rectores
de esas iglesias, que les inviten cordialmente a acudir
a sus celebraciones. La Eucaristía es la fuente y la
cima de nuestra vida cristiana; en ella podrán unir
al sacrificio de Cristo, en virtud de su sacerdocio
regio, los trabajos y fatigas del camino y recibir fuerzas
espirituales para proseguir provechosamente su andadura.
En el encuentro fraterno con esas comunidades podrán
experimentar un enriquecimiento mutuo y una edificación
recíproca. De este modo llegarán fortalecidos espiritualmente
a la catedral de Compostela, donde culmina su peregrinación,
y a la que verán como un símbolo de la Jerusalén celeste
que anhelamos. No perdamos de vista la labor ecuménica
que supone el Camino de Santiago, puesto que muchos
cristianos de otras denominaciones se acercan con verdadera
devoción y en muchos momentos ellos mismos quieren ser
instruidos sobre la doctrina católica y, de modo especial,
sobre la Eucaristía, que es presencia real de Cristo.
No olvidemos que «las peregrinaciones evocan nuestro
caminar por la tierra hacia el cielo. Son tradicionalmente
tiempos fuertes de renovación en la oración. Los santuarios
son para los peregrinos en busca de fuentes vivas, lugares
excepcionales para vivir con la Iglesia las formas de
oración cristiana» (28).
Un
Camino de encuentro con Jesucristo
24.
El Camino de Santiago no es un simple itinerario trazado
sobre un mapa, no es una sucesión de lugares por los
que se transita, no es un mero ámbito geográfico; es
camino y caminar, ruta y parada, marcha y encuentro,
dar y recibir, evangelizar y ser evangelizado. Es un
espacio dinámico; tiene un polo que nos orienta y nos
atrae. La auténtica meta de nuestro peregrinar es el
encuentro con Jesucristo, camino, verdad y vida29; en
él se esclarece el misterio del hombre; Cristo manifiesta
plenamente el hombre al propio hombre y le descubre
la sublimidad de su vocación” (30). El encuentro con
la persona de Jesucristo «da un nuevo horizonte a la
vida y, con ello, una orientación decisiva» (31).
Un
retorno misionero
25.
Pero «quien ha encontrado verdaderamente a Cristo, no
debe tenerlo sólo para sí, debe anunciarlo» (32). Por
eso el retorno de los peregrinos a sus tierras ha de
ser misionero; y será tanto más entusiasta cuanto más
fructuosa haya sido la peregrinación. «No podemos menos
de contar lo que hemos visto y oído» (33). Si alguien
ha acogido ese amor de Dios que le devuelve el sentido
de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo
a otros?, se pregunta el papa Francisco (34). El peregrino
que junto a la tumba del apóstol Santiago ha meditado
sobre los orígenes del cristianismo, está motivado para
ser agente eficaz de la nueva evangelización. Entiende
el llamamiento del papa Juan Pablo II: «Hace falta reavivar
en nosotros el impuso de los orígenes, dejándonos impregnar
por el ardor de la predicación apostólica después de
Pentecostés» (35). La plenitud de la vivencia cristiana
se desborda en apostolado.
26.
La peregrinación a la tumba de Santiago, a las raíces
apostólicas de la fe cristiana, a los fundamentos inconmovibles
de la vida, orienta en las encrucijadas personales y
colectivas, reaviva la fe y enardece el celo apostólico.
La renovación espiritual propiciada por la peregrinación
purificadora, la convivencia realmente católica, la
proximidad a la memoria viva de un testigo del Señor,
la fiesta del perdón celebrada en la casa del Padre
(...), se convierten en impulso evangelizador. Santiago
de Compostela es al mismo tiempo meta de peregrinos
y punto de partida de nuevas vías misioneras. La memoria
cultivada anima la esperanza, ya que las posibilidades
del futuro se ensanchan con la actualización del pasado.
La hondura de las raíces ayuda a vencer las oscuridades
y obstáculos del presente (36).
La
alegría de anunciar a Cristo
27.
La experiencia vivida en el Camino nos estimula a ofrecer
de nuevo a las gentes de Europa el mensaje fundacional
del Evangelio. «Los cristianos creyentes deberían considerarse
como una de estas minorías creativas y contribuir a
que Europa recobre de nuevo lo mejor de su herencia
y esté así al servicio de la humanidad entera» (37)
. Nos anima a comportarnos como un pueblo peregrino
y evangelizador - el sujeto de la evangelización es
un pueblo que camina hacia Dios - (38). Nos incita a
proclamar: ¡Jesús es el Señor! con el entusiasmo de
los primeros discípulos. «Es sano acordarse de los primeros
cristianos y de tantos hermanos a lo largo de la historia
que estuvieron cargados de alegría, llenos de coraje,
incansables en el anuncio y capaces de una gran resistencia
activa» (39). Debemos sentir la alegría de anunciar
a Cristo: seguirlo es algo bello, capaz de colmar la
vida de nuevo resplandor y de un gozo profundo, aun
en medio de las pruebas (40).
28.
Al retornar a vuestros hogares, esforzaos en llevar
el Evangelio a las personas de vuestro entorno, a aquellas
con quienes tratáis habitualmente, próximas o lejanas,
en una conversación sencilla, en la calle, en el trabajo,
en el camino. Concentraos en lo esencial, que es lo
más grande, lo más atractivo, lo más necesario: habladles
del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo
muerto y resucitado (41). Comportaos como «heraldos
itinerantes de Cristo» (42).
Petición
a las comunidades de acogida
29.
A las parroquias que son etapa en la ruta de Compostela
y a las demás comunidades que acogen a los peregrinos,
los obispos les pedimos: salid al camino a evangelizar;
acoged a todos los que encontréis, invitadles a visitar
vuestras iglesias, explicadles le fe y el arte de vuestros
retablos; abrid algún espacio de diálogo colectivo,
atendedlos personalmente, satisfaced sus pequeños requerimientos
burocráticos, sostenedlos en su propósito de peregrinación,
invitadles a la conversión de corazón, creyendo en el
amor misericordioso de Dios a través de su Palabra y
de los sacramentos. Que la caridad de la vida corrobore
la caridad de las palabras.
30.
La Iglesia, mientras peregrina aquí en la tierra, está
llamada a mantener y promover tanto la comunión con
Dios trinitario como la comunión entre los fieles. La
Iglesia-comunión se construye en la Eucaristía; pero
la participación en la Eucaristía supone una comunión
previa en la doctrina de los Apóstoles, en los sacramentos
y en el orden jerárquico (43). Las asambleas eucarísticas
que se celebran en vuestras iglesias con participación
de los peregrinos, son una oportunidad privilegiada
para establecer estos lazos de fraternidad entre fieles
procedentes de comunidades muy distantes y muy distintas.
Recordad, una vez más, al papa Francisco: «La Iglesia
evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza
de la liturgia, la cual también es celebración de la
actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso
donativo» (44).
Albergues
y hospitaleros
31.
No sería posible una peregrinación compostelana tan
popular y numerosa como es en la actualidad sin una
estructura básica de recepción y apoyo. La red de albergues,
sencillos y acogedores, que acompañan la ruta, es un
soporte indispensable para esta dilatada andadura. Ya
los monjes cluniacenses, promotores decididos de la
peregrinación a Santiago en sus inicios, fueron levantando
conventos, hospederías y hospitales a lo largo del camino.
Y casi todos los monasterios próximos al tránsito de
los romeros tenían hospitales adjuntos. En ellos los
religiosos acogían fraternalmente a los peregrinos y
les brindaban asistencia y ayuda. Con frecuencia, las
mismas donaciones que los fieles hacían a los monasterios
determinaban que habrían de servir para el sustento
de los monjes, pero también para el de los pobres y
peregrinos; debían ser atendidos con la misma comida
conventual, en cantidad y calidad. Pronto buenos cristianos
seglares pensaron que esta obra de misericordia no era
tarea exclusiva de los religiosos. Como santo Domingo
de la Calzada que, para facilitar el paso de los peregrinos,
sanea los campos y abre camino en los bosques, y levanta
un puente sobre la Glera, que asegure el tránsito en
cualquier época del año. Y acondiciona un hospital o
albergue de peregrinos y construye una pequeña iglesia
en honor de Santa María. Funda también una Cofradía
de gentes piadosas que se comprometen como él en la
tarea de asistir a los peregrinos. Otros santos le siguieron.
San Juan de Ortega se hace su discípulo, y continuará
luego su obra en las vecinas tierras de Burgos. Otros
se inspiraron igualmente en Domingo y se comprometieron
en una empresa semejante: san Raimundo Gayrard, que
muere en Toulouse el 1118; san Omobono de Cremona, fallecido
en esa ciudad en 1197 y el beato Facio de Cremona, muerto
en 1272.
32.
Y si en la acogida algo hemos de reseñar, es que se
abre para la Iglesia como Madre un reto apasionante:
el volver a ser casa de acogida para el hombre, retomando
esa tradición medieval. Dicha acogida puede revestir
varias formas, dependiendo del lugar y las circunstancias:
albergue parroquial, catedralicio, invitación a la liturgia,
trato con voluntariado de la parroquia, el monasterio…,
cómo puede acogerse también a través de gestos que el
peregrino agradece, como son la información, los templos
abiertos y las personas que les indican lugares para
descansar. Tengamos presente que esto ayudará al peregrino
a descubrir que la Iglesia es familia y apuesta por
la fraternidad y la paz. Así cada punto de acogida se
convierte en más de una ocasión en una carta de presentación
de la Iglesia.
Caridad
de servicio
33.
Los hospitaleros que en la actualidad desempeñáis esa
función de acogida, tenéis esos hermosos ejemplos que
imitar: seguid sus huellas. No son los edificios, es
la dedicación de las personas lo que más importa para
que el Camino de Santiago resulte una experiencia de
fraternidad cristiana y un lugar de evangelización.
Debemos apostar decididamente por una caridad de servicio.
Compartid las necesidades de los santos; practicad la
hospitalidad (45). Así superaremos con éxito el test
del cristiano: Porque tuve hambre y me disteis de comer,
tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis
(46).
34.
La Iglesia tiene en gran estima las formas de voluntariado;
los que en ellas participan, más que dar algo, se dan
a sí mismos a favor del otro. El papa Benedicto XVI,
en su encíclica Deus Caritas est, dirigía una palabra
de aprecio y gratitud a los que participan en estas
actividades. «En la Iglesia, junto a nuevas formas de
acción caritativa, otras antiguas han renacido con renovado
impulso; frecuentemente establecen un acertado nexo
entre obras de caridad y evangelización» (47). «El amor,
en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio de
Dios en el que creemos y que nos impulsa a amar» (48).
DESPEDIDA
Y MISIÓN
35.
El Camino de Compostela os está resultando una aventura
espiritual, una vasta andadura hacia una meta lejana,
añorando un sentido trascendente de la vida, o bien
una marcha sostenida hasta el sepulcro de Santiago,
que nos sitúa en los orígenes de nuestra fe. Ha sido
un largo recorrido buscando luz y plenitud. Vuestro
esfuerzo perseverante no se ha visto frustrado; en la
tumba del Apóstol habéis encontrado la Verdad que él
predicaba y por la que dio la vida: a Jesucristo el
Señor. En este dilatado itinerario habéis podido observar
también cómo en la peregrinación a Compostela se fue
trenzando la unidad de Europa y os ha sido dado penetrar
en sus raíces cristianas. Ha sido posible disfrutar
del diálogo con gentes muy diversas. El contacto fraterno
con otras asambleas os ha enriquecido; la participación
en su celebración eucarística, al construir la Iglesia,
crea precisamente por ello comunidad entre los hombres
(49) . Esta experiencia de unión os ha dinamizado para
ser, a vuestra vuelta, constructores de paz y de unidad,
proponiendo nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra
caridad como poderosos vínculos espirituales, capaces
de vertebrar a Europa, en la mejor interpretación de
nuestros orígenes. «La Iglesia es en Cristo signo e
instrumento de unión íntima con Dios y de la unidad
de todo el género humano» (50). El Camino de Santiago
que articuló la unidad europea, puede contribuir y contribuye
a lograr la unidad del mundo.
36.
Los obispos de las diócesis que cruza el Camino queremos
agradeceros a todos los que sois parte en él vuestro
esfuerzo y vuestra colaboración. El pausado caminar
de los romeros va produciendo con su suave tintineo
una llamada de fe. En las atenciones de los hospitaleros,
la fe obra por la caridad. Sólo nos queda invitaros
a participar con entusiasmo en la salida misionera de
la Iglesia, a ser fermento de Dios en medio de la humanidad,
a anunciar y llevar la salvación de Dios en este mundo
nuestro, que a menudo se pierde, necesitado de tener
respuestas que le alienten, que den esperanza, que den
nuevo vigor en el camino (51). Los que habéis encontrado
la luz de Cristo, no olvidéis a los que «están expuestos
a la desesperación del sinsentido» (52).
37.
Que el apóstol Santiago, que selló con su sangre la
fe que él había sembrado, os alcance fortaleza para
permanecer siempre fieles a Jesucristo, os asista en
vuestra actividad misionera y haga más luminoso vuestro
testimonio del Evangelio. Que él nos aliente a todos
en nuestra peregrinación hacia la Jerusalén celeste,
donde Cristo nos espera.
38.
Que María, «Estrella de la nueva evangelización», os
acompañe en vuestro caminar. Que ella os ayude a resplandecer
en el testimonio de la comunión, del servicio, de la
fe ardiente y generosa, de la justicia y del amor a
los pobres. Que ella nos ayude a buscar nuevos caminos
para anunciar a Jesucristo.
Santiago
de Compostela - Bayona, Julio de 2015.
-
(1) San Agustín, De Civitate Dei 18,51.
-
(2) Cf. Benedicto XVI, Spe salvi, 6.
-
(3) Salmo 91.
-
(4) Salmo 18 A.
-
(5) Pensamientos, 194.
-
(6) Conf. X, VI, 9.
-
(7) Conf. X, VI, 10.
-
(8) Jn 1, 9.
-
(9) V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano
y del Caribe, Documento de Aparecida, 264.
-
(10) Evangelii Gaudium, 124.
-
(11) Cf. 2 Cor 5, 6 s.
-
(12) Conc. Vat. II, Lumen gentium, 9.
-
(13) Ib., 2.
-
(14) Ib., 9.
-
(15) Ib., 8.
-
(16) Heb 13,14.
-
(17) S. Agustín, De Civitate Dei, XVIII, 52, 2.
-
(18) Heb 10,36.
-
(19) Cf. Conc. Vat. II, Gaudium et spes, 38.
-
(20) Cf. Conc. Vat. II, Unitatis redintegratio, 15.
-
(21) Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, 9.
-
(22) Cf. Conc. Vat. II, Christus Dominus, 11.
-
(23) Conc. Vat. II, Lumen gentium, 26.
-
(24) Conc. Vat. II, Sacrosanctum Concilium, 8.
-
(25) Lc 24, 27.
-
(26) Lc 24, 35.
-
(27) Conc. Vat. II, Lumen gentium, 26.
-
(28) Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2.691.
-
(29) Jn 14,6.
-
(30 )Cf. Conc. Vat. II, Gaudium et spes, 22.
-
(31) Benedicto XVI, Deus caritas est, 1.
-
(32) Juan Pablo II, Novo Millennio ineunte, 40.
-
(33) Hch 4,20.
-
(34) Evangelii gaudium, 8.
-
(35) Novo Millennio ineunte, 40.
-
(36) Cf. R. Blázquez, En el umbral del tercer milenio
(Salamanca 1999), 283-303.
-
(37) J. Ratzinger, Europa, raíces, identidad y misión,
33.
-
(38) Cf. Evangelii gaudium, 111.
-
(39) Ib., 263.
-
(40) Ib., 167.
-
(41) Cf., Ib. 127; 35,36.
-
(42) Cf., Conc. Vat. II, Apostolicam actuositatem, 14.
-
(43)Cf. Juan Pablo II, Ecclesia de Eucaristia, 34, 35.
-
(44) Evangelii gaudium, 24.
-
(45) Rom 12,9.3.
-
(46) Mt 25,35.
-
(47) Cf. Deus caritas est, 30.
-
(48) Ib., 31.
-
(49) Cf. Ecclesia de Eucharistia, 24.
-
(50) Conc. Vat. II, Lumen gentium, 1.
-
(51) Cf. Evangelii gaudium, 114.
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(52) Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, 50.
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