UN
DIA EN VILLALCAZAR DE SIRGA
Manuel,
hospitalero sevillano
Via
Plata (Sevilla) n° 12 (abril de 2010)
El
reloj del hospitalero suena temprano los primeras
días de octubre, unos minutos antes de las siete,
cuando los peregrinos aunque permanecen en la cama,
la mayoria ya se encuentran despiertos... Una de
las pocas peticiones que se le hacen al peregrino
es la de no levantarse antes de la siete, hora en
que el hospitalero pone en marcha el CD de la banda
sonora de la película de los niños del coro, con
lo que invita a levantarse a los peregrinos, en
pocos minutos la mesa del desayuno puesta, pan.
magdalenas. galletas, margarina, mermeleda, café.
leche, colacao y infusiones.
Visita
al dormitorio e invitacíon al desayuno despues de
dar los buenos días, algunos prefieren desayunar
primero y otros preparan sus mochilas, curiosamente
a esa hora se forma un pequeño atasco frente al
fregadero, donde algunos intentan fregar los platos
y vasos utilizados y otros intentan cargar sus botellas
y bolsas de agua para el camino.
La
hora del desayuno pasa rápido y los caminantes empiezan
a despedirse en la puerta para retomar el sendero,
en menas de una bora y antes de las ocho de la mañana
estan todos en el camino. Muchos se despiden con
un abrazo, otros solo te ofrecen la mano y los menos
se marchan sin despedirse, siempre se me queda un
apesadumbrado pensamiento cuando un peregrino se
marcha sin decir adiós, creo que es porque no he
sido suficientemente buen hospitalero.
En
ese momento de cerrar la puerta cuando el ltimo
peregrino abandona el albergue con las primeras
luces de la manana, es cuando sientes el albergue
realmente tuyo, es el momento de la limpieza diaria,
abrir today las ventanas, orear los dormitorios,
repaso general de baños y cocina principalmente,
y de literas, dormitorios, entrada y pasillos. Para
terminar con la habitacíon del hospitalero y el
aseo personal.
Con
el albergue limpio, recogido y preparado vara volver
a acoger peregrinos, a desayunar toca, el bar frente
a la iglesia abre a las nueve y las chicas que lo
atienden son muy simpáticas y te preparan el desayuno
según tu le pides, tostadas de pan de barra con
aceite de oliva y jamón serrano, que acompaño con
un café cortado. Paseo de la mañana, en Carrion
de los Condes, donde hay todo tipo de tiendas para
comprar todo lo que nesecito para la jornada, leo
la prensa y paseo tranquilamente par sus calles.
A
media mañana de vuelta a Villasirga es la hora de
ordenar la compra, y sentarse placidamente para
el aperitivo. Hay tres bares / restaurantes en la
localidad, los tres tienen menús económicos, y en
los tres se tapea bien. Uno está al final del pueblo
y es el que menos frecuento, el otro frente a la
iglesia para el desayuno y el vino de la tarde y
el tercero frente al albergue es donde normalmente
ceno, siempre bien atendido por sus agradables camareras
y cocineras, simplemente porque desde allí veo la
puerta del albergue por si se me necesita o llega
alguno peregrino.
La
mayoria de los peregrinos pasan de Frómista a Carrión,
con lo que enVillasirga se quedan los que caminan
desde Boadilla, Itero o Puente Fitero, algunos desde
Castrojeriz. Con lo que la hora de llegar estos,
es a partir de las tres o cuatro de la tarde. En
solo un par ocasiones se
llenó
el albergue y solo a un par de peregrinos les dije
que había otro albergue en el pueblo y que era mejor
que se alojaran allí.
La
tarde es para la tertulia, primero con peregrinos
y después con los paisanos de la Villa, venían todos
los días para darme un rato de conversacíon, casi
todos son muy mayores, jubilados con mucho tiempo
libre en un pequeño pueblo con muy poco que hacer.
Con los peregrinos es mucho más variado, teniendo
en cuenta que la mayoría son extranjeros y muchos
no hablen español, para indicar algo, nos entendemos
con un poco de alemán, un poco de inglés y un poco
de francés, en total 20 o 30 palabras, claro que
siempre hay un peregrino que te ayuda con las traducciones.
Algunos peregrinos muy jóvenes, que me sorprendieron
gratamente, otros pintorescos, coma un irlandés
que camina con su típica falda de cuadros verdes
y su boina a juego, algún peregrino de invierno,
como un sevillano que hacia su no se sabe que camino...
y al que tuve que invitar a cenar, cuando vi que
solo tenía un tomate y un trozo de pan. Peregrinos
de rituales casi estandarizados, principalmente
franceses y alemanes. Y peregrinos sin pasos fijos,
muchos italianos y españoles.
En
la cena es fácil sentarse a compartir mantel con
algunos caminantes, menú económico con vino de la
tienda, acompañado de agradable conversación. Y
antes de irse a la cama, sobre las nueve y media,
pequeña oración en la cocina del albergue, minuto
de silencio, luz de una vela, aroma de una barrita
de sandalo y música para compartir con un chupito
de licor de hierbas. Y con una sonrisa, beso de
buenas noches y a dormir. Con los peregrinos acostados
y las luces apagadas, paseo nocturno par Villasirga
y llamada a la familia y amigos, antes de entrar
en la habitación del hospitalero, y dormir con la
sensación de haber pasado un muy feliz día en el
camino.
Esta
es la sencilla historia de un hospitalero voluntario
en el albergue de peregrinos de Villalcazarde Sirga,
en octubre del 2009.
Unos
días que te llenan el alma y el corazón con pequeñas
historias de caminantes y caminos, unos días para
recibir mucho mas de lo que eres capaz de dar.
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