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razones por las que debes hacer el Camino de Santiago
(Pasajero)
https://pasandopasajes.wordpress.com
Estás
cansado de oír hablar del Camino, pero la verdad es
que no tienes más que prejuicios poco fundados, ideas
vagas, testimonios maravillados de gente conocida que
lo ha hecho, opiniones despectivas de quienes nunca
lo harían porque lo conciben únicamente en un sentido
religioso… Un cacao mental que te tiene indeciso y aún
no sabes si merece la pena dedicarle a esto esos preciados
días de vacaciones o no. Porque las vacaciones son para
disfrutar, no para sufrir arrastrando la lengua a lo
largo y ancho de España, ¿no? Pues si me concedes unos
minutos, te daré ocho buenas razones para calzarte las
botas y echar a andar sin mirar atrás. Y además, morir
de gusto aunque termines caminando como Fraga.
1.
Es ideal como primera experiencia.
Si
aun no te has iniciado en este tipo de viajes menos
“vacaciones relax” y más “espíritu aventurero”, el Camino
de Santiago ofrece unas condiciones, una afluencia de
peregrinos y una infraestructura única que te permitirá,
sin lugar a dudas, realizarlo con éxito. Hay estupendas
y completísimas guías y una cantidad ingente de información,
disponibles en todo tipo de formatos, que te pondrán
en conocimiento de lo importante por muy novato que
seas.
No
importa si te pierdes, siempre habrá alguien que te
oriente; no importa si te haces daño, siempre habrá
alguien que te ayude; no importa si no sabes, estás
en el lugar ideal para aprender.
2.
Sean cuales sean tus motivos, acertarás.
En
general hay cuatro grupos motivacionales, cada uno con
la más variopinta y nutrida representación. Están quienes
lo hacen con un sentido religioso y, de alguna forma,
se sienten más cerca de la entidad divina.
Están
quienes lo hacen por motivos que tienen que ver con
algún tipo de búsqueda espiritual, pero desligada de
la fe religiosa: gente que se busca a sí misma o que
necesita desconectar, gente que siente la necesidad
de alejarse del ruido o de tener una experiencia diferente,
etc.
Están
los que los que sencillamente disfrutan con las actividades
al aire libre y la naturaleza o matándose a hacer kilómetros
y son felices en el agotamiento.
Y
por último, está ese otro colectivo más reducido, los
que salieron un día a hacer el Camino, no pudieron parar
y siguen saltando de uno a otro porque ya no entienden
otra forma de vivir.
Si
tus motivos no coinciden ni tienen que ver con ninguno
de estos no te preocupes, también acertarás. No importa
lo que busques porque lo que encuentres superará las
expectativas.
3.
Revalorizar lo cotidiano y distinguir lo que realmente
es necesario.
Nunca
te parecerá tan curativa y milagrosa una ducha como
cuando llevas todo el día caminando bajo un sol rencoroso
y vengativo o bajo una lluvia insistente y cabezona.
Nunca te parecerá tan pesada una camiseta de sobra como
cuando lleves todo el peso de tu equipaje a cuestas.
Redescubrirás
el incalculable valor de una buena comida cuando tu
cuerpo haya agotado todas sus energías por décimo día
consecutivo en una de esas etapas cuyo perfil parece
el electrocardiograma de un taquicárdico. Comprenderás
que el exceso, cuando tienes que cargarlo a la espalda,
se paga, e irás abandonando todo lo que has entendido
que no necesitas y solo es un peso muerto.
Mirarás
de otra forma lo que en tu día a día es una constante
y durante el camino se convierte en premio, del mismo
modo que mirarás de otra forma todas esas cosas que
pesan en tu mochila sin hacerte ningún servicio. Y todo
lo que aprendas sobre estos dos aspectos, lo valioso
y lo necesario, es una de las lecciones más importantes
que te llevarás de vuelta para tu vida. No olvides no
olvidarlo.
4.
Puedes hacerlo a tu manera.
Y
es que lo hagas como lo hagas saldrá bien. Puedes hacerlo
solo o acompañado; de hecho, mi consejo es que lo hagas
de ambas formas y obtendrás dos experiencias diametralmente
distintas pero igualmente útiles y enriquecedoras. No
es peligroso en absoluto hacerlo sola, aunque seas mujer
y toda tu familia y amigos se echen las manos a la cabeza.
Puedes seguir el manual o improvisar tal y como vayan
viniendo las cosas. Puedes adaptarte al ritmo de otros
o llevar el tuyo propio para ir conociendo cada día
personas nuevas. Puedes hacer etapas maratonianas o
activar el modo paseo.
Puedes
elegir un camino sinuoso que te lleve por la costa,
adentrándote en bosques de esos que inspiran toda una
mitología, puedes enfrentarte cuerpo a cuerpo con la
montaña o cruzar la vasta, polvorienta e interminable
Meseta Central. Puedes poner a prueba tu voluntad y
tus fuerzas o caminar sin prisa, distraídamente, contemplando
cada detalle del escenario donde todo puede suceder
y donde puede no pasar nada, salvo tú. No te obsesiones
con las guías ni con los consejos dogmáticos de los
que lo saben todo y más: puedes hacerlo como tú quieras.
5.
No tienes que dejarte un dineral.
Es
un motivo más prosaico y menos existencial pero, no
vamos a engañarnos, es una cuestión decisiva en muchos
casos. Aún podrás encontrar albergues donde, para poder
pasar la noche, es suficiente que dejes un donativo
a tu criterio. La mayor parte de los albergues municipales
que encontrarás no exceden los 6 € (este es el precio
estándar) y en su mayoría disponen de cocina, lo cual
también evita el gasto que supone comer en un restaurante
y te permite hacer comidas variadas y completas por
lo que te cuesta la compra en el súper. Y por un poco
más, a partir de 10 € la noche, tienes albergues privados
donde también dispones de todos los servicios (algunos
están realmente bien y tienen unas instalaciones maravillosas).
Así,
cubiertas tus necesidades básicas (comer y dormir),
lo que quieras gastarte en cañas para recuperarte de
la dura jornada ya es cosa tuya… No olvides que el peregrino
agradece y el turista exige: sé realista y coherente
con lo que estás haciendo y a dónde vas, no esperes
un resort spa 5 estrellas.
6.
Un modo único de relacionarte con personas afines.
Para
esto de las relaciones humanas el Camino de Santiago
es un hábitat único, como una especie de microclima
donde las reglas imperantes no son las mismas a las
que estamos acostumbrados. La relación con los demás
se da de una forma natural, no viciada, sin sospechas:
hay una sintonía general donde, a pesar de las profundas
diferencias entre unos y otros, todos avanzamos en la
misma dirección y compartimos los mismos dolores en
las rodillas y la espalda. No conozco otra dimensión
donde la generosidad y la empatía sean las dueñas y
señoras, donde se te acepte desde el primer segundo
tal cual eres y así de hecha un cuadro como vienes.
En
serio… es flipante. No necesitas preguntar la hora ni
anteponer pretextos para que no crean que estás loca,
que escondes algún interés o que no tienes amigos; sólo
tienes que acercarte con una sonrisa y reconocer a la
persona que te la devuelve. Obviamente siempre sentirás
mayor inclinación por unas personas que por otras, pero
sabes que todo aquel que es peregrino, como tú, es un
valor seguro porque hay algo, en alguna parte, que sin
haberos visto jamás os está uniendo y puedo asegurar
que eso se siente (y no, no me drogo).
Sin
duda, algunas de las experiencias más maravillosas que
he tenido la ocasión de experimentar durante El Camino
tienen nombre y apellidos y, aunque no todas hablen
mi lengua, todas entienden mi idioma.
7.
Nunca has hecho nada igual: cambiará tu forma de ver
la vida.
Oh
sí, claro… vaya exagerada, ¿no? ¡No será para tanto!
Bueno, pues que sepáis, lectores y lectoras escépticos
y descreídos, que el hecho de adoptar una perspectiva
distinta hace que lo veamos todo de modo diferente.
Esto no es metafísica, es óptica, y funciona.
Imbuirte
de esta manera en un modelo de vida que tiene tan poco
que ver con el que llevas normalmente, romper el hábito,
vivir en movimiento, implicarte realmente con una experiencia
que toca en tu interior tantos resortes, no te deja
indiferente por mucho que quieras o no quieras.
Date
la oportunidad de vivirlo y verás que algo cambia radicalmente
en tus esquemas. Hay cosas que sólo pueden aprenderse
viajando de esta manera: no te prives de incorporarlas
a tu forma de entender y contemplar más ampliamente
el mundo que te rodea.
8.
No vale que te lo cuenten: tienes que vivirlo.
El
Camino hace y deshace, te lleva por sendas no planeadas,
y tiene para cada uno consecuencias diferentes. Te empequeñece
y, al mismo tiempo, te hace sentir valiente: agota todas
tus fuerzas y luego te las devuelve. Es, sin duda, la
gran metáfora de la vida, que te destroza y te maltrata
para hacerte después regalos que no pueden pagarse en
modo alguno.
Ir
hacia atrás o quedarse quieto demasiado tiempo es impensable:
es traicionar el espíritu del caminante, es malgastar
el valioso tiempo, las limitadas fuerzas. Es perder
la meta. Hay que seguir adelante, siempre, con dolor
o con fatiga, que la recompensa vendrá, seguro, nunca
se sabe bajo qué forma.
¿Te
vas a quedar sin saber qué se siente?
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