Consejos
útiles para hacer sin muchos tropiezos el Camino
de Santiago
(Mundicamino
Boletin 48)
El
Camino de Santiago
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Con la llegada del verano, el Camino de Santiago,
cuyas sendas ya desperezaron de su letargo después
de Semana Santa, se prepara para acoger a miles
de peregrinos. Los más aventureros aprovecharán
sus días de fiesta para preparar los bártulos y
encaminarse hacia Santiago de Compostela donde,
según reza la tradición, yacen los restos del Apóstol
Santiago el Mayor.
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En estas vacaciones no tienen cabida ni el lujo
ni el descanso físico. Sin embargo, los interminables
kilómetros transitados por peregrinos de todo el
mundo constituyen el mejor remedio contra el estrés.
Desde el hallazgo del sepulcro, hace cerca de 1.200
años, millones de peregrinos venidos desde todos
los confines de la Tierra han acudido a la llamada
del apóstol a través de un viaje que, para la mayoría,
termina por convertirse en una búsqueda interior
y en una experiencia para toda la vida.
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Lejos de remitir, la afluencia de peregrinos, ya
sea a pie, en bicicleta o a caballo, no cesa de
crecer. De acuerdo a los datos estadísticos que
ofrece la oficina de acogida al peregrino, en 2008
fueron 125.141 las personas - frente a las 114.026
de 2007 - que recibieron la Compostela, el certificado
que acredita que se han realizado, al menos, los
últimos 100 kilómetros a pie o a caballo o los últimos
200 en bicicleta.
El
Camino de Santiago, además, se prepara para la afluencia
masiva del año 2010, último Año Santo antes del
2021. Los dos últimos Años Santos, 1999 y 2004,
atrajeron a 154.613 y 179.944 peregrinos.
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El Camino Francés, que se inicia desde Saint Jean
Pied de Port o Roncesvalles, es el más transitado
y cubre una distancia cercana a los 800 kilómetros.
No es la única opción. El fervor jacobeo ha generado
a lo largo de la Historia distintas rutas que perviven
al paso del tiempo por las que transitan cada año
más peregrinos: la variante aragonesa del Camino
Francés que parte desde el alto de Somport; el Camino
del Norte; el Camino Primitivo; la Vía de la Plata;
el Camino Sanabrés; el Camino Portugués; el Camino
de Levante; el Camino Catalán; el Camino Vasco del
Interior o Vía de Bayona, etc.
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El recorrido completo de una de las numerosas vías
jacobeas no es tarea fácil y es necesaria una labor
de documentación previa y un entrenamiento físico
adecuado. Ya en marcha, una correcta alimentación,
el sentido común y la improvisación frente a los
contratiempos hacen el resto para que el viaje sea
un éxito.
Cómo
prepararse físicamente para afrontar la ruta
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La preparación debe comenzar, al menos, dos o tres
meses antes de emprender el Camino. Someterse a
una prueba de esfuerzo antes de iniciar la aventura
nunca está de más y previene más de un susto.
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Es recomendable practicar senderismo al menos una
vez a la semana, alternando rutas de entre 15 y
20 kilómetros, además de caminar o practicar footing
un par de días entre semana.
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En estas salidas es indispensable utilizar las mismas
botas o zapatillas de trekking que se vayan a utilizar
durante la peregrinación y cargar con una mochila
para habituarse a caminar con peso.
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El viaje comienza en el salón de casa. Es necesario
documentarse sobre la ruta que se pretende realizar
y establecer un calendario previo atendiendo a los
días disponibles y al número de etapas a completar.
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Es recomendable acudir a una Asociación de Amigos
del Camino de Santiago - en España hay cerca de
40- donde aportarán información y consejos útiles
y en el que se puede adquirir la credencial.
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Éste es un documento que sirve de salvoconducto
e incluye unas casillas que se deben sellar al menos
una vez al día. Es indispensable viajar con ella
si se desea pernoctar en los albergues de peregrinos
y, una vez en Santiago, atestiguar que se ha realizado
la peregrinación y obtener la Compostela.
La
elección del calzado y la mochila
El
calzado
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Entre Saint Jean Pied de Port y Santiago de Compostela
el pie del peregrino descubre todas las superficies
posibles: el asfalto, el hormigón, la zahorra de
las pistas agrícolas, la incómoda gravilla, los
suelos terrizos, arcillosos o calizos, etc. Tal
disparidad origina serias dudas en la elección del
calzado que mejor se adapte a todas y cada una de
las superficies descritas.
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Se necesita un calzado ni muy ligero ni muy pesado,
que sea flexible y que aporte una buena estabilidad.
Todas estas características las reúne el tipo de
zapatilla que utilizan los corredores que compiten
en las carreras de montaña. Se conocen como zapatillas
de trail (a partir de 80 euros). Son más ligeras
que las botas de senderismo y aportan mayor flexibilidad
y amortiguación.
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La suela es más resistente y soporta mejor los impactos
que la de una zapatilla para correr convencional.
El tejido impermeable y transpirable Gore-Tex evitará
que se moje el pie y evacuará el sudor al exterior.
La
mochila
Junto
al calzado, la mochila es el otro elemento importante
del equipo del peregrino:
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Su capacidad debería rondar entre los 40 y 50 litros
y su peso, una vez llena, no debería superar el
10% del peso del caminante que la porte. Por ejemplo,
una persona de 70 kilos deberá cargar una mochila
de entre 7 u 8 kilos. Todo el peso que rebase esta
cifra pasará factura, tras varios días, en forma
de rozaduras, sobrecargas o contracturas musculares.
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Sus costuras deben ser fuertes, las hombreras acolchadas
y debe contar con un sistema que permita su regulación
según la altura de cada usuario. La funda impermeable
es imprescindible para cubrirla en días de lluvia.
Viajar
con lo indispensable
La
provisión de ropa dependerá de la época, pero, además
de lo puesto, hay que llevar en cualquier caso:
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Un saco de dormir ligero. Salvo contadas excepciones,
en primavera y verano no hace frío dentro de los
albergues - además allí hay mantas - así que es
inútil cargar con un saco pesado ideado para dormir
en el exterior a temperaturas bajo cero.
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Una cantimplora de un litro.
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Un par de mudas.
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Dos pares de calcetines de senderismo.
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Un par de camisetas de poliéster, una de manga corta
y otra de manga larga (nunca de algodón, ya que
no transpiran y tardan en secar).
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Pantalones de senderismo convertibles.
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Una sudadera, un chubasquero ligero o cortavientos
y un poncho para la lluvia.
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Una visera o un gorro que proteja el cuello.
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Una toalla, aunque mejor una gamuza de secado. Están
fabricadas en poliéster y poliamida y se secan con
rapidez. Se pueden encontrar en tiendas deportivas
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Chanclas para la ducha.
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Un neceser con un cepillo y pasta de dientes, un
par de pastillas de jabón que sirvan tanto para
el aseo como para lavar la ropa y, para quién lo
necesite, unas cuchillas de afeitar. Una navaja
también es recomendable.
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Pequeño botiquín con aspirinas o ibuprofeno, crema
solar de alta protección, tiritas, yodo y agujas
esterilizadas para pinchar y curar las ampollas.
Son muy recomendables las cremas o vaselinas para
limitar la aparición de ampollas y también para
evitar las heridas por los continuos rozamientos
de la piel con la ropa. Si se hace el Camino en
compañía, lo más sensato es llevar un botiquín conjunto
y repartir el peso.
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El DNI, la Tarjeta Sanitaria, una tarjeta de crédito
y la credencial del peregrino.
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Imperdibles y varias pinzas para la ropa, muy útiles
para secar la ropa durante o al final de la etapa.
Presupuesto,
alimentación, albergues
El
presupuesto
El
esfuerzo económico, más en los tiempos que corren,
es otro elemento a tener en cuenta.
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El gasto por pernoctar en un albergue puede cifrarse
en una media de cinco o seis euros, si se incluyen
albergues privados, públicos y parroquiales, ya
que el precio en estos últimos es inferior. A ello
se suman los gastos en comida, cena y bebida.
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Además, hay que añadir un suplemento por el resto
de gastos que origina el Camino, como el uso de
la lavadora y secadora en los albergues, la visita
a algún monumento, compras imprevistas, etc.
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En total, el coste medio es de 30 euros al día.
Si se hace el Camino Francés a pie, que consta de
unas 30 etapas, tres más si se continúa hasta Finisterre,
el desembolso rondará los 1.000 euros.
Mochila
a cuestas, bordón en mano y a caminar:
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Recorrer etapas largas y a buen ritmo los primeros
días surte el mismo efecto que sacarse el carné
de conducir, comprarse un Ferrari y ponerlo a 200
kilómetros por hora a la salida del concesionario.
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El riesgo de accidente, en nuestro caso lesión,
rondará el 100 %. El refrán "camina como un
viejo y llegarás como un joven" es el mejor
consejo que puede recibir un peregrino profano.
Durante las tres primeras jornadas, si no se está
acostumbrado a caminar con peso, no es recomendable
recorrer más de 20 kilómetros al día. - Desaparecidas
las agujetas y las molestias iniciales, se puede
aumentar el número de kilómetros por día hasta los
30 ó 35 kilómetros.
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En el Camino abundan los deportistas que se atreven
con caminatas de 40 y 45 kilómetros diarios, aunque
muchos de ellos son víctimas de las temidas tendinitis.
Las más frecuentes son las del tendón peroneo y
las del talón de Aquiles.
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Para prevenir posibles lesiones hay que realizar
una sencilla tabla de estiramientos antes de andar
y al finalizar el ejercicio. Las partes del cuerpo
que más sufren son los pies, los tobillos, las piernas,
la espalda y los hombros.
Los
albergues, el distintivo del Camino:
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Públicos, parroquiales o privados, los albergues
de peregrinos son una más de las numerosas señas
de identidad del Camino de Santiago. En los últimos
años se han construido de acuerdo a la gran afluencia
de visitantes, sobre todo los privados. Sólo en
el Camino Francés hay más de 200, situación que
favorece variadas posibilidades para pernoctar y,
por ende, una división de etapas entre localidades
menos encorsetada.
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En casi todos estos alojamientos, salvo en algunos
privados, no está permitida la reserva y se ocupan
según el orden de llegada, liderando las prioridades
quienes hacen el recorrido a pie, seguido de quienes
lo transitan a caballo o en bicicleta. Para alojarse
en ellos es indispensable portar la credencial.
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La estancia se limita a una noche, salvo por enfermedad
o fuerza mayor.
Alimentación
para no desfallecer durante las etapas:
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El desayuno debe ser completo, a base de cereales,
lácteos, zumo y fruta.
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Durante la marcha es necesario tomar agua o bebidas
energéticas cada hora y no esperar a tener sed.
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No hay nada mejor que la fruta, los frutos secos,
las barritas de cereales y el chocolate para reponer
el gasto calórico.
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Caminar con el estómago lleno no es saludable. La
comida más importante del día hay que hacerla al
final de la etapa y, si la jornada se alarga y es
necesario comer durante la marcha, conviene optar
por un bocadillo o un plato ligero de pasta o verdura.
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