Santiago,
una meta histórica de visita obligada
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Santiago
visite (VozdeGalicia) (es) PDF
Santiago,
fin del Camino y localidad ante todo monumental,
merece una visita reposada. A continuación
se detalla el patrimonio que el peregrino se encontrará
en su propia llegada al centro
histórico y aquel que, a pesar de permanecer distanciado
del trazado jacobeo, también merece
ser contemplado.
Llegando
La
vía milenaria avanza por San Pedro, calle empedrada
donde se concentra en la actualidad gran
parte de la actividad hostelera y cultural de Compostela.
Tras descender por ella, y ya en el
límite de la ciudad monumental, si gira hacia la
derecha (desviándose del trazado jacobeo) el
viajero se encontrará con el Centro Galego de Arte
Contemporánea (CGAC) – recinto de exposiciones
levantado por el arquitecto portugués Álvaro Siza
en 1993 - y, justo enfrente, a mano
derecha, con el antiguo convento de Santo Domingo
de Bonaval, construido en el siglo
XIII por el peregrino santo Domingo de Guzmán.
Sus
muros acogen desde 1977 el Museo
do Pobo Galego, un retrato etnográfico de Galicia
con un amplio y variado conjunto de piezas
de oficios tradicionales, del mar o de la arquitectura
popular. En el recinto destaca su bella
escalera helicoidal triple, de gran audacia estructural,
uno de los elementos más singulares
del patrimonio de Compostela y uno de los más fotografiados.
El museo se puede visitar
de martes a sábado de 10.00 a 14.00 y de 16.00 a
20.00 horas y el domingo, de 11.00 a
14.00 horas.
La iglesia del conjunto, construida
en el siglo XIV a partir del estilo conocido como
gótico mendicante, consta de tres naves separadas
por arcos de medio punto. En una capilla
lateral acoge el Panteón de Galegos Ilustres, donde
descansan figuras tan destacadas
para la memoria galleguista y cultural de la comunidad
gallega como los escritores Rosalía
de Castro, Castelao, Alfredo Brañas o Ramón Cabanillas,
así como el escultor Francisco
Asorey.
A
partir del pasadizo que se forma entre los muros
del CGAC y el Museo do Pobo Galego el peregrino
accederá a uno de recintos ajardinados con mayor
encanto y de mayor disfrute para los
compostelanos, escenario perfecto para diversas
manifestaciones artísticas. Se trata del propio
parque de Santo Domingo de Bonaval, antigua finca
y cementerio del convento dominico.
Proyecto dirigido también por Álvaro Siza y la paisajista
Isabel Aguirre, se trata de un
bello parque de diseño contemporáneo desde donde
se tendrá una inmejorable panorámica
de los tejados de la ciudad (la mejor vista se tiene
desde lo alto del antiguo camposanto).
En la parte inferior, utilizada antaño como huerta
por los monjes, se sitúa una estatua
de Eduardo Chillida conocida como La puerta de la
música.
Ya
de vuelta a la sirga peregrina el caminante llega
a la puerta del Camino, una de las siete
históricas
entradas a la antigua ciudad amurallada compostelana.
La ruta se adentra entonces en
el casco histórico a través de la calle Casas Reais,
llamada así por haberse urbanizado con
viviendas de propiedad real y donde antiguamente
se ubicaba el gremio de cambiadores de
moneda. Acto seguido los caminantes descubren la
imponente capilla de las Ánimas, con fachada
neoclásica, levantada gracias a las limosnas de
los devotos de las ánimas del purgatorio.
Dentro se guarda una importante colección de arte
religioso.
Tras
esta visita, el caminante se dirige hacia la plaza
de Cervantes, primer gran espacio histórico
de encuentro y comercio de la ciudad y sede hasta
finales del siglo XVIII del Ayuntamiento.
Un busto del conocido autor de El Quijote corona
su fuente. Este lugar era conocido
en el siglo XII como El Foro, por ser donde el pregonero
leía los acuerdos municipales.
El
viajero desciende a continuación por la calle de
Acibechería, lugar donde se concentraban los
múltiples artesanos del azabache. Los
árabes ya habían potenciado el uso de este mineral
negro, aunque fue a partir del siglo XIII,
y vinculado a las peregrinaciones jacobeas, cuando
se produciría un gran desarrollo de la azabachería.
En Compostela, los concheiros (gremio que vendía
conchas de vieira a los peregrinos
recién llegados) decidieron utilizar el azabache,
por lo que se inició una producción de
enormes proporciones que duraría varios siglos.
Aún hoy en día son numerosos los talleres compostelanos
que trabajan la talla de esta piedra semipreciosa.
Poco
después, y si gira hacia la derecha, el viajero
puede proseguir recorrido por A Troia, callejuela
escoltada por bares y lugar de picoteo de los compostelanos.
En ella se sitúa la literaria
Casa de la Troya, antigua pensión de estudiantes
inmortalizada por Pérez Lugín en la novela
de mismo nombre. En esta obra, de 1915, se narran
las aventuras y desventuras de la conocida
vida universitaria compostelana del siglo XIX.
El
edificio que alberga el Museo Casa da
Troia se construyó a mediados del siglo XVIII. En
el primer piso se mantiene el antiguo salón-comedor,
también habilitado como zona de estudio y que en
la época de esplendor de la
casa acogió el lugar de ensayo de la tuna compostelana.
En el segundo piso están los dormitorios
mientras que en el ático, con grandes vistas al
casco histórico compostelano, se conserva
la cocina y otro pequeño dormitorio. El sótano,
que antiguamente se usaba como corte
de los caballos, está en la actualidad dedicado
a las tunas universitarias y en él se pueden
admirar diversos instrumentos musicales. El museo,
gestionado por la Asociación de
Antigos Tunos Composteláns, solo se puede visitar
en verano. En el 2013 reabrió sus puertas
el 2 de julio. Abre de martes a sábado de 11.00
a 14.00 y de 16.00 a 20.00 horas (los viernes,
hasta las 22.00 horas) y los domingos tan solo por
la mañana. Más información: 981 585
159.
Si
se prosigue por la calle de A Troia se avanzará
hasta la plaza de San Martiño Pinario, donde
se ubica la fachada de la iglesia del monasterio.
En este templo, levantado a partir del siglo
XVI y que, junto a la catedral, es el mejor ejemplo
del barroco gallego, destaca su fachada
plateresca y el frontón superior, en donde se presenta
a san Martín partiendo su capa con
un pobre. La escalinata barroca y las torres, de
altura prudencial para no superar a las de la
catedral, son dos de sus elementos característicos.
En su interior destacan el retablo mayor barroco
y la sillería del coro, realizada en nogal y considerada
la más importante de las realizadas
en Galicia. La iglesia solo tiene culto en ceremonias
privadas y actos especiales.
Si
se bordea hacia la izquierda este cenobio se llegará
a su puerta principal, situada enfrente de
la fachada de Acibechería de la catedral compostelana.
El monasterio fue fundado por un grupo
de benedictinos instalados en el lugar poco después
del hallazgo de los supuestos restos
del apóstol Santiago. De grandes dimensiones, es
el segundo monasterio más grande de
España después de El Escorial. El conjunto alcanza
su mayor desarrollo y riqueza en el siglo
XV y es partir del siglo XIX cuando deja de ser
monasterio. De gran sencillez de líneas, lo
que más llama la atención de su fachada es la escalinata
de acceso y las columnas dóricas que
enmarcan la portada. Entre las figuras representadas
está san Martín de Tours.
En la
actualidad,
el conjunto acoge en su interior diversos usos como
Seminario Mayor, Escuela de Trabajo
Social, sede de los estudios de Teología, Archivo
Diocesano o residencia universitaria.
Plaza
del Obradoiro
Si
el peregrino continúa su descenso pasará por el
arco que conduce hasta la plaza del Obradoiro
y en el que es habitual que el sonido de una gaiteiro
lo acompañe en su travesía. Llega
entonces a la bellísima plaza que concentra los
usos y oficios de esta localidad milenaria.
A la derecha se levanta majestuoso el Hostal dos
Reis Católicos, hoy parador nacional
y antaño Hospital Real para peregrinos. A su lado,
y enfrente de la catedral, se sitúa el
pazo de Raxoi, la sede del Ayuntamiento compostelano.
A su izquierda se localiza el colegio de
San Xerome, sede del rectorado de la centenaria
Universidad santiaguesa, y, coronando la plaza,
la fachada oeste de la catedral, de estilo barroco,
el monumento más fotografiado por todos
los romeros.
Mención
aparte por su vinculación jacobea merece el Hostal
dos Reis Católicos, mandado construir
el 3 de mayo de 1499 por los monarcas Isabel y Fernando,
quienes, tras una visita a Compostela,
constataron las carencias en cuanto a atención sanitaria
a los romeros. En sus mejores
épocas el Hospital Real llegó a contar con medios
muy avanzados para la época y con
médicos, ayudantes y una buena botica. Cuentan las
crónicas que los peregrinos eran, incluso,
atendidos en más de media docena de idiomas europeos.
Sin embargo, el complejo sufrió
posteriormente un abandono y a los romeros tan solo
se les podía facilitar comida. Como
anécdota, cabe apuntar que en algunas épocas se
llegó a concentrar a tres peregrinos por
cama.
En
el conjunto destaca su bella fachada de estilo plateresco
con una puerta estructurada a mano
de arco triunfal sobre la que se conservan dos medallones
con los bustos de los Reyes Católicos.
Sobre el friso se halla la ventana del aposento
real, reservado para las estancias de los
monarcas en Compostela. Curiosa atención merecen
también las gárgolas que adornan la cornisa.
En el interior destacan sus cuatro patios y una
hermosa capilla ojival, con un crucero y
una bóveda de bella factura.
Desde
mediados del siglo XX el complejo pasó a ser un
lujoso parador, considerado por muchos
como el hotel más antiguo del mundo, con elegantes
estancias y un lujoso comedor. A
pesar de ello, aún conserva en la actualidad una
hospitalaria costumbre en recuerdo de sus orígenes
como hospedaje para peregrinos. El hostal ofrece
a los romeros diez desayunos, diez
comidas y diez cenas, totalmente gratuitos, una
vez que hayan presentado la credencial de
haber completado el Camino. A menudo se las suelen
sortear los mismos peregrinos que hacen
cola ante el edificio de la plaza del Obradoiro.
A
modo de breve pincelada, cabe destacar que el colegio
de San Xerome fue levantado en el
siglo XVI por el obispo Fonseca, quien anhelaba
un espacio para los estudiantes pobres de artes.
De estilo renacentista, tiene un portal tardogótico
que perteneció originalmente al antiguo
hospital para peregrinos ubicado antaño en la Acibechería.
Por
su parte, el pazo de Raxoi fue levantado por un
ingeniero francés en el siglo XVIII. De estilo
neoclásico, entre sus usos estuvo el de servir de
seminario de confesores, residencia de los
niños del coro de la catedral o cárcel civil y eclesiástica.
En su tímpano se conserva un relieve
de la batalla de Clavijo, esa contienda tan recordada
a lo largo de la ruta francesa en la que,
según la leyenda, la intervención divina del Apóstol,
presentado por primera vez como Santiago
Matamoros, ayudó a ganar la batalla a la invasión
musulmana.
Convento
de San Francisco
Si
el peregrino deja a mano izquierda el Hostal dos
Reis Católicos y avanza por la calle de San
Francisco se encontrará con la majestuosa Facultad
de Medicina (construida entre 1910 y 1928)
y, unos metros después, con un monumento a san Francisco
realizado por el escultor Francisco
Asorey y, detrás, con el propio convento de San
Francisco, monasterio franciscano
levantado en el siglo XIII. La tradición sitúa que
el santo peregrinó a Compostela en
el año 1214 y que fue el fundador de este conjunto.
Más allá de las diversas teorías
fundacionales
alimentadas por la imaginación popular, lo único
cierto es una placa conservada en
la portería del convento. Se reproduce a continuación
por su interés: «Viniendo nuestro padre
san Francisco a visitar al apóstol Santiago, hospedólo
un pobre carbonero llamado Cotolay,
cuya casa estaba junto a la ermita de San Paio,
en la falda del monte Pedroso. De allí
salía el santo al monte a pasar las noches en oración.
Allí le reveló Dios que era su voluntad
la edificación de un convento en el sitio donde
está, llamado Val de Dios y Val del Infierno,
y sabiendo el santo era del monasterio de San Martín,
pidióselo al padre abad por amor
de Dios y ofreció ser su forero y pagar en cada
año un cestito de peces. Aceptó el padre abad
y de ello se hizo foro firmando el santo, del cual
dan fe los ancianos de San Martín han visto
y leído. Habido el sitio, dijo el santo a Cotolay:
“Dios quiere que me edifiques un convento
de mi orden”.
Respondió Cotolay que cómo podía un
pobre carbonero. “Vete a aquella
fuente -dijo el santo-, que allí te dará Dios con
qué”. Obedeció Cotolay y halló un gran tesoro
con el que edificó este monasterio. Bendijo Dios
a la casa de Cotolay; casó notablemente.
Fue regidor de esta ciudad y edificó los muros de
ella que ahora van junto a San
Francisco y antes iban por la Azabachería. Su mujer
está enterrada en la Quintana y Cotolay,
fundador de esta casa, en este lucilo que para sí
escogió. Falleció santamente el año del
Señor de 1238».
Del
convento original tan solo se conservan cinco arcos
apuntados que se hallaban en la sala capitular
donde el rey Carlos V celebró cortes en el año 1520
– que se pueden admirar en el claustro -
y el sepulcro del propio Cotolay. La reconstrucción
del conjunto tuvo lugar a partir de 1742.
Pazo
de Fonseca
De
vuelta a la plaza del Obradoiro, y si el peregrino
va en sentido contrario, se acerca hasta el entorno
del pazo de Fonseca, un recinto pedagógico mandado
construir por el arzobispo Alonso
de Fonseca y que entró en funcionamiento en el siglo
XVI. Fue sede de la Universidad. En
el conjunto, junto a su fachada renacentista destacan
el claustro, la capilla gótica y el salón artesonado,
que acoge exposiciones temporales.
En su primer
piso también se esconde la Biblioteca
América, un auténtico museo con fondos especializados
sobre América Latina que la
convierten en una de las más importantes del país.
En total acoge cerca de 30.000 joyas bibliográficas.
El edificio es sede desde hace años de la Biblioteca
Xeral, uno de los recintos de
estudio de mayor afluencia para los jóvenes en época
de exámenes.
Plaza
de Platerías
Si
el romero retrocede al entorno de la catedral y
la rodea hasta llegar a la fachada románica de
Platerías, podrá admirar la bella plaza contigua,
que debe su nombre a los talleres de orfebres
situados en su entorno en la Edad Media.
En el centro
de la plaza destaca su famosa
fuente de los Caballos. El conjunto, realizado en
granito, incluye una figura femenina que
levanta la estrella de Compostela. Es tradición
de los peregrinos lanzar una moneda a esta
fuente para que se cumpla un deseo.
En
la plaza también se halla el Museo das Peregrinacións,
abierto en el año 2012. Alberga diversas
exposiciones con contenidos vinculados a la historia
de Santiago y del Camino. Merece
la pena ir a su cafetería, desde donde se aprecia
una destacable vista de la torre de la Berenguela
de la catedral.
Plaza
de la Quintana
El
recorrido por las plazas que rodean la catedral
continúa entonces por la Quintana, imponente
espacio abierto junto al templo y delimitado hacia
el este por el muro del monasterio
de San Paio de Antealtares. Lo más llamativo del
recinto es su división en dos partes
diferenciadas. En la inferior, conocida como Quintana
de Mortos, se enterró a vecinos de
Santiago hasta el año 1780 cuando, por falta de
espacio, se comenzó a utilizar el cementerio
de Santo Domingo de Bonaval. La parte superior se
conoce, por contraposición, como
Quintana de Vivos.
En
la zona inferior se ubica la conocida como Casa
da Conga, antigua Casa dos Canónigos, al
ser levantada en 1709 por el arquitecto Domingo
de Andrade como vivienda para los canónigos
de la catedral. Esta construcción se estructura
en cuatro edificaciones con un pórtico
que las comunica. La situada más hacia la plaza
de Platerías acoge la sede del Colegio
de Arquitectos de Santiago, mientras que las situadas
hacia el lado contrario son sede de
restaurantes y bares nocturnos.
En
la Quintana de Vivos se localiza la barroca Casa
da Parra, edificada también por Domingo de
Andrade a finales del siglo XVII. Destaca su decoración
a base de racimos. Acoge distintas exposiciones.
En
la plaza descansa imponente el monasterio de San
Paio de Antealtares, mandado construir
en el siglo IX por Alfonso II, el monarca bajo cuyo
reinado se encontraron los supuestos
restos del Apóstol. Sus monjes benedictinos debían
encargarse de custodiar las reliquias
recién halladas, una función que cumplieron hasta
el siglo XI, cuando se derivó al cabildo
catedralicio. En el siglo XV los monjes son sustituidos
por monjas de clausura, que aún
permanecen en la actualidad. La iglesia del recinto
alberga un Museo de Arte Sacro donde
se guarda el altar encontrado junto al sepulcro
del Apóstol.
Otros
espacios destacados
Entre
otros lugares que también merecen una visita se
ubica, aún en pleno casco histórico, la plaza
de O Toural, con el pazo de Bendaña, un palacio
urbano del siglo XVIII que alberga el museo
del pintor surrealista Eugenio Granell.
Casi
en sus inmediaciones, aunque ya extramuros, descansa
el parque de la Alameda, desde
el siglo XIX el más tradicional jardín urbano y
de ocio de los compostelanos. Es llamativa
la disposición de su paseo central, con corredores
diferenciados para las distintas clases
sociales de hace 200 años. También, el arco triunfal
que da acceso al circular paseo de los
Leones, en uno de cuyos bancos se ha puesto una
figura del insigne escritor gallego Valle-Inclán.
Avanzado este paseo, los viajeros tendrán la posibilidad
de admirar una de las más bellas
perspectivas de la zona monumental. El conjunto,
con una gran variedad de especies arbóreas,
incluidos robles o castaños de Indias, también acoge
la carballeira (robledal, en gallego)
de Santa Susana, con una capilla.
Los peregrinos
descubrirán en el parque un bello palco
de música, algún palomar y, a su entrada, la colorida
figura de las Dos Marías, Maruxa y
Coralia Fandiño, dos hermanas que han pasado a formar
parte de la historia viva y aún reciente
de Compostela. Los santiagueses de más edad las
recuerdan vestidas de punta en blanco
y con un llamativo maquillaje. Siempre cuando el
reloj marcaba las dos en punto iniciaban
un paseo diario en la Alameda y se «encontraban»
con las nuevas generaciones de estudiantes.
Con un pasado de izquierdas, durante el franquismo
fueron vejadas, por lo que adoptaron,
como un mecanismo de defensa, un particular modo
de vivir.
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